Pilotar helicópteros, un oficio demandado, pero con una enorme barrera de entrada: "Manejar estos bichos es bastante divertido"
En los próximos años se prevé que el sector llegue a demandar unos 1.500 nuevos pilotos.
Por Pablo Rodero & Sergio García Carrasco
La mañana es ventosa y la lluvia cae con fuerza sobre la pista del aeropuerto de Cuatro Vientos, en el sudoeste de la ciudad de Madrid. Este es el centro neurálgico de los vuelos de ala giratoria de la capital o dicho en lenguaje común: la base principal de todos los helicópteros que sobrevuelan la ciudad. Con estas condiciones, casi todas las aeronaves están en tierra y solo se ve una de la Policía Nacional hasta que aterriza junto al hangar el pequeño helicóptero Robinson R44 del que emerge un alumno y su instructor Jesús Cabañas.
«Hay ciertas condiciones, como todo, que no se puede volar, pero nosotros volamos con visibilidad alguna vez reducida por la lluvia, o con un techo de nubes bastante bajo, porque nosotros volamos aproximadamente a unos 500 pies del terreno, muy baja tiene que estar la nube para no poder volar», explica este instructor y militar del ejército de tierra con más de 25 años de experiencia pilotando helicópteros. «La lluvia no nos afecta demasiado, el viento, pues tenemos limitaciones también por el viento, pero solemos salir, los helicópteros suelen salir en el 95% de los casos».
Estamos en el hangar de World Aviation, un grupo de empresas del sector aeronáutico que entrega el mayor número de licencias anuales en España para pilotos de helicóptero. El curso de 18 meses, que equivale a un grado universitario, prepara a los alumnos para un oficio con altísima demanda en el mercado y con unas excelentes condiciones laborales. El principal obstáculo es el alto precio de la formación. Entre 70.000 y 120.000 euros sin becas ni casi ningún tipo de ayudas que suponen una barrera contra la que choca casi cualquier vocación.
«Los que ejercemos esta profesión, primero porque nos apasiona volar, y segundo porque el vuelo en helicóptero nos da muchísimas posibilidades», declara Cabañas. «Nosotros podemos hacer vuelos VIP, llevando pasajeros de un aeropuerto a otro, pero también esta máquina lo que nos permite es hacer vuelos lentos, hacer búsquedas, salvamento, extinción de incendios… hay una amplia gama de tareas para los helicópteros».
Un sector que necesita mano de obra
Numerosas voces dentro del sector helicópteros y los trabajos aéreos vienen señalando desde hace años una acuciante necesidad de mayor mano de obra. Entre ellas Ataire, la principal patronal, que durante la temporada de incendios de este verano alertó a través de distintos medios de una carencia de 300 pilotos para cubrir las necesidades de los servicios de emergencias.
Más allá de los servicios de extinción de incendios, rescates y otras emergencias, la demanda de pilotos de helicóptero se ha incrementado por exigencias de otros sectores en auge, como el transporte de pasajeros -un servicio destinado a usuarios de ingresos altos- u otros vinculados a la exploración petrolera, la construcción o el transporte de carga.
Sin embargo, el número de pilotos en activo ha ido incluso en descenso en estos años. En 2023 había en España 839 licencias de piloto profesional entre ATPL -de pasajeros- y CPL -de carga-, frente a las 877 que había en 2019, según los datos de la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (Aesa).
Si sumamos a estas licencias a las expedidas en el extranjero, en España hay actualmente entre 1.000 y 1.200 pilotos de helicóptero, con la mencionada carencia de cerca de 300. En los próximos años se prevé que la demanda aumente aún más, llegando a demandar unas 1.500 nuevas licencias, según fuentes del sector.
«Los pilotos que se forman en la escuela están trabajando en menos de seis meses, que yo creo que es un tiempo récord para cómo está ahora mismo el panorama laboral, y están trabajando de pilotos, con lo cual podemos decir que ahora mismo hay una empleabilidad cercana al 100%», declara Fernando Gómez, portavoz de World Aviation.
«Podemos decir que ahora mismo hay una empleabilidad cercana al 100%»
El gran obstáculo para cubrir esa demanda es el prohibitivo precio de la formación, inasumible para la gran mayoría de la población. Empresas de formación de pilotos como World Aviation reclaman que el Estado ponga en marcha ayudas que permitan democratizar en cierto modo una formación que tiene un altísimo coste también para los formadores.
«Estos pilotos se forman en el aire y para ello necesitas helicópteros y simuladores, con lo cual, esa parte práctica es lo que encarece la formación», señala Gómez. «Por desgracia, no hay ayudas públicas, a pesar de que es una reivindicación constante en el sector, debido a la necesidad y al servicio público que hacen estos profesionales. Al igual que hay becas en la universidad, que haya becas para formarse como piloto de helicóptero y como piloto de avión, y esas ayudas que permitan que esa barrera de entrada, que es el precio, no lo sea».
La profesión soñada
Los estudiantes que consiguen pasar esa barrera de entrada responden, de forma general, a dos perfiles. Los que vienen directos de la educación secundaria y deciden iniciar sus estudios superiores directamente en una escuela de pilotos y los que, previamente, han estudiado en la universidad, muy habitualmente una carrera vinculada a la aeronáutica, y que pueden haber realizado prácticas en alguna empresa del sector. Casi todos ellos están unidos por un elemento común: la vocación desde la infancia.
«Nada más terminar la formación, lo normal es empezar cogiendo maestría y destreza en los servicios de extinción de incendios»
Loïc Gourier es un español de padres franceses que tiene 25 años y acaba de terminar su formación en la escuela de pilotos. «Esto viene desde muy pequeño», declara Gourier, que que estudió previamente Gestión Aeronáutica en la Universidad Politécnica de Madrid. «Siempre a la hora de montar en un avión, sobre todo en un helicóptero, es verdad que es difícil montarte. Es muy raro, es muy complejo. Pero a la hora de montarme en algo que volaba era una pasión. Sabía que esto era lo mío».
De todas las salidas laborales que se le abren ahora al joven piloto, su sueño, lo que le «propulsa más adrenalina», sería llevar un helicóptero medicalizado, pero señala que «nada más terminar la formación, lo normal es empezar cogiendo maestría y destreza en los servicios de extinción de incendios».
Lo que más ha disfrutado de la formación de año y medio en la escuela ha sido, como era de esperar, pilotar las aeronaves. «Manejar estos bichos es bastante divertido», declara, subido a uno de los helicópteros que descansan en el hangar a resguardo de la lluvia. «El ser capaz de poder aterrizar en rocas que encuentras por ahí. Es la capacidad de, por así decirlo, dentro de lo que viene siendo la regulación, hacer lo que quieras. La verdad es que es algo que muy poca gente conoce. Y una vez te montas en esto, te enamoras de este mundillo».
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